Carta al director del diari El País (04/11/2013). Daniel Valls, president de la Junta Rectora del CCPAE.

Aún hoy existe alguna voz discordante –procedente de sectores bioquímicos y pro-transgénicos– que acusa a la agricultura ecológica de ser un sistema de producción de alimentos que no responde a criterios científicos y de engañar al consumidor mediante sus claves publicitarias, y es por eso que, para despejar dudas, hay que desmontar falacias.

En primer lugar, ante la negación de la existencia de base científica en producción ecológica, cabe señalar que ésta se basa en una normativa europea que establece unos criterios de obtención exigentes, en muchos ámbitos: el control de plagas y enfermedades, las técnicas de manejo del suelo como la fertilización orgánica o la rotación de cultivos, la preservación de la biodiversidad, la conservación de semillas, las normas de bienestar animal, el uso del agua, o la reducción de emisiones de CO2.

Este conjunto de procesos naturales, rescatados de prácticas tradicionales y combinados con las técnicas agrarias modernas, prueban un menor impacto ambiental y su contribución al entorno agrorural. Su traducción en reglamentos ha permitido legalizar y proteger su identificación diferenciada. Por ello, y en segundo lugar, cabe subrayar que no hay nada de engañoso en los alimentos bio, ya que están controlados por autoridades y organismos de inspección y certificación –como el CCPAE en Catalunya–. Un sello como el ecológico, que garantiza la aplicación de estos sistemas de producción y elaboración reglamentados, permite a los que obtienen y venden alimentos ecológicos difundir las cualidades que atesoran, con un gran aval de telón de fondo.

Si hay algo seguro es que la producción ecológica no engaña.

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